2 de octubre no se olvida. Hoy
cierran escuelas y facultades en contra de la voluntad de muchos, hacen un “paro”
que atenta justo contra aquello que se ha preservado con la lucha de todos los
que nos precedieron, la educación. Podrán decir que es sólo un día, pero cuando
se abanderan como luchadores contra la imposición resulta completamente
incongruente hacer justo eso, imponer.
En el 68 también había de esos,
grupos de jóvenes enardecidos y, por lo tanto, poco pensantes que llegaban a
escuelas y colegios a sacar a los que podían para unirlos al movimiento, cual
leva. Siempre habrá ese tipo de gente, pero para generar cambio se tiene que
pensar primero, y mucho.
Hoy habrá una marcha, que bueno,
lo malo es que para como veo las cosas se va a quedar en la marcha, en una
bonita reunión social gigantesca que servirá para gritar y liberar enojos, pero
no para crear alternativas viables a la situación que el país está viviendo.
Estoy molesta con mi generación y
conmigo, porque recordamos el 2 de octubre y a la vez no, porque sabemos como
sucedió pero no hacemos algo en conjunto para innovar a partir del aprendizaje,
porque en lugar de sentarnos a pensar y redactar alternativas viables y
positivas a la reforma laboral, gritamos a diestra y siniestra que los
legisladores son una basura, que el gobierno nos impone, y encima nos parece
una buena idea protestar cerrando escuelas cuando la única arma que siempre
tendremos será la educación.
A mí, como a muchos en el 68, me
duele mi generación y me duele mi país. Pareciera que nada ha cambiado.